viernes, 29 de mayo de 2015

DOMINGO DE PENTECOSTES 

Y DE LA SANTISIMA TRINIDAD


 

(31 mayo 2015)

   (Dt 4, 32-34. 39-40; Sal 32; Rom  8, 14-17; Mt 28, 16-20

Este domingo, como culminación de la celebración de los misterios pascuales,  celebramos la solemnidad de Pentecostes y de la Santísima Trinidad.  Es día de profesar la fe en el Dios revelado. “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro” (Dt 4,39).

No creemos en un Dios lejano, abstracto, proyección de nuestra necesidad religiosa. Hemos recibido el Espíritu, que nos relaciona con un Dios personal, entrañable, amigo, hermano. “Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom 8,17).

El privilegio de la fe nos debe suscitar el movimiento difusivo de anunciar la verdad revelada: que el hombre ha sido creado por Dios, redimido por Jesucristo, y sostenido y acompañado por el Espíritu. No estamos solos, Dios nos habita; Jesús permanece con nosotros; su Espíritu se convierte en nuestro acompañante interior. Es de justicia anunciar con alegría el Evangelio, la Buena Nueva. Jesús nos envía: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19). 

Este día coincide con el 31 de mayo, con la certeza del amor de Dios, que nos inunda de alegría, porque no hay dimensión humana que no esté invitada a una relación trascendente y amorosa, pues el Creador, por los méritos de Jesucristo, nos ha hecho hijos y amigos suyos, hermanos y templos sagrados. Contemplando a la Madre de Dios coronada de gloria, sabemos que en ella se nos anticipa nuestro propio destino.

Quizá, ante la sublimidad del misterio divino, tan solo tenemos la experiencia de la fe, de creer sin sentir, de creer sin ver, fiados de la Palabra, y consolados con el testimonio de los santos.


jueves, 21 de mayo de 2015

 

Despedida de Pascua
El miércoles de la sexta semana de Pascua, celebramos la fiesta de la Despedida de Pascua. Mientras que la mayoría de las fiestas tienen su despedida en el octavo día, Pascua, la fiesta de fiestas, tiene su despedida en el día 39. El día cuarenta se celebra la Fiesta de La Ascensión del Señor, cual marca el fin de la presencia física del Señor en la tierra.  Aunque, El no nos abandona. El ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Tal como cantamos en el Kontaquio de la Ascensión, “Ascendiste en Gloria, O Cristo nuestro Dios, sin ser separado de todos los que Te aman, pero continuando con ellos y gritando: Estoy con vosotros y nadie estará en contra de vosotros.”  También se encuentra otro pensamiento parecido que se expresa en el Troparió de la Dormición; “Durmiéndote, no dejasteis al mundo, O Teotokos.”

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